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11/4/13

Mascotas y callejeros


Mascotas  y callejeros

Era callejero por derecho propio
su filosofía de la libertad
fue ganar la suya sin atar a otros
y sobre los otros no pasar jamás…
Alberto Cortez

El mundo se reparte  -seguramente- en personas que aman a los animales, en quienes  los detestan  y a quienes les resulta indiferente el trato con los bichitos.
Existe el excesivo  afecto hacia  los animales que en opinión de los expertos denota una cierta soledad de amor en la vida de sus dueños, quienes reemplazan sus afectos humanos por los de la mascota. En defensa de esta teoría, quienes adoran a sus pequeños (y no tanto) amigos de dos o cuatro patas, se argumenta que los animales son fieles y no traicionan…Que siempre dan afecto y no generan problemas ni conflictos.
También hay humanos  que disfrutan golpeando, quemando o lastimando gratuitamente a los animalitos.
En el medio, por suerte, existen personas que aceptan la aventura  de tener una mascota, cuidarla como corresponde y proteger a los  animales indefensos y abandonados.

Algunos recuerdos
Uno de los perros callejeros que vivía en la plaza San Martín, una especie de galgo flaco de color caramelo era  el llamado  CHULETA, manso y tranquilo y  solía estar alimentado por los vecinos.
Recuerdo que en la época de las “matinés” del Club Cañuelas, Chuleta esperaba  a que se apagara el equipo de música para subir la escalera de mármol y entrar a la pista.
El  interés del pichicho  no era el baile, sino  las miguitas que quedaban de los panchos y los  alfajores.
Cómo no acordarse del  caballo  que caminaba  con su dueño,  Bernardo, un muchacho bueno y alegre que solía llevarlo tomado con una soguita, a su lado.
O los perros  que acompañaban incansablemente a otro vecino, “Frondizi” le llamaban. En los carnavales  este buen hombre se disfrazaba  y  daba  vueltas y vueltas por el corso, año tras año, mientras su salud se lo permitió. Y sus mascotas con él.
También había un perro negro, peludo y manso que vivía en la puerta de la Municipalidad. En las entradas y salidas de la gente, se las ingeniaba para colarse  y buscar su lugar preferido, un rinconcito debajo de un escritorio.

Historia de “Pata”
La llamábamos así  porque era muy pequeñita, apenas  un bollito amarillo, tembloroso y con unas grandes patas. La encontramos una noche de lluvia al regresar a casa y se quedó para siempre.
El apodo fue muy bien puesto ya que en honor a él se hizo muy  grande. A veces esperaba la salida de los chicos de la escuela Estrada por la tarde a través del tejido de alambre y entonces lo saltaba y se escurría a la calle a través de la puerta cancel de la escuela, en medio de los guardapolvos blancos.
Como todo perro callejero que ha sido adoptado conservaba una fidelidad absoluta  a los integrantes de la familia. A veces, hasta diría que se ponía “celosa”  de la gente desconocida que llegaba y había que tener cuidado de que no se acercara lo suficiente. También podemos decir que “celoso” es un término para los humanos, digamos entonces  que su instinto no le permitía  hacer nuevos amigos. Vivió  con nosotros hasta que se murió de  vieja.
La pérdida de una mascota duele mucho. Aunque sepamos que es un animalito, igual nos duele su ausencia.
Algunos poetas expresaron sus sentimientos en sus versos, como por ejemplo:

Don   ATAHUALPA YUPANQUI   (Fragmento)

Trepó la sierra con luna
Cruzó los valles nevando
Cien caminos anduvimos
Mi alazán, te estoy nombrando.
En una horqueta de un tala
hay un morral solitario,
y hay un corral sin relinchos,
mi alazán te estoy nombrando

O esta otra, El Corralero,  cantada por Hernán Figueroa Reyes:
Junto al estero del bajo,
lo encontré tendido,
casi al expirar,
me acerque muy lentamente,
y se lo quise explicar,
pero al verlo resignado,
me tembló la mano,
y me puse a llorar…


Historia de Princesa
Esta cachorrita abandonada (o nacida)  en la calle comía un poquito en cada casa, en cada vereda y rompía las bolsas de la basura.
En este invierno, especialmente frío alguien le armó una caja grande en un porch. Ahí se cobijaba asomando apenas su hocico mojado todas las noches.
A veces su amigo, un perro negro grandote que jugaba en la plaza con ella intentaba entrar a la caja. Resultado: al día siguiente había que reponer el refugio.
Se lo  reforzó con madera, con plástico, con cartones pero no resistía…
Tampoco resistían los humanos que de a poco se fueron  encariñando de sus ojazos marrones que pedían caricias.
Nerviosa y arisca deseaba  cariño pero se asustaba de todos los que la tocaban. Debido al mal trato recibido en la calle tenía quemaduras y llagas en su cuerpo.
Cintia (que un tiempo atrás no quería saber nada de  mascotas) se enamoró de la perrita. La llamó Princesa. La llevó al veterinario, curó sus heridas y la adoptó. Y hoy  vive como su nombre lo indica: una princesa.
Todavía tiene el estigma del mal trato recibido. Todavía desconfía de algunos humanos. Hay que tenerle paciencia. Pero al acariciarla y recibir un lengüetazo de cariño o un salto de alegría al llegar, se llega a dudar  de que no tenga algún tipo de “sentimiento”, “sexto sentido”, afecto o como quieran llamarlo.
La emoción de la devolución desinteresada de una caricia, nos llena de placer, de felicidad.
Algo intangible, no definido, algo especial se da y se recibe de estos animalitos  cobijados de la calle. Tal vez no  tienen los instintos tan “puros” de un animal de raza, o sus cualidades de aprendizaje y entrenamiento, pero tienen un no sé que de fidelidad y encanto que colma de alegría a quienes lo reciben.
Y hace  más liviano el  poco o mucho trabajo que dan. (Nada es gratis en esta vida).
Princesa convive con India. (Refinada e impecable caniche toy)
Ambas aprendieron una de otra. La callejera, modificó sus costumbres de alimentación y necesidades básicas de higiene (menos la ducha, todavía) y la pequeñita a ladrar y  gruñir como un perro.
Todos tenemos un recuerdo especial para nuestras mascotas. Vaya en estas líneas un homenaje pequeño  a cada una de ellas.
Anita Pfannkuche.




ADEMAS DEL AMOR, UNA REALIDAD A TENER EN CUENTA
Si bien hay gente cuyo afecto y solidaridad a los animales  los ha llevado a crear lugares de protección hacia ellos, la realidad nos dice que la sobrepoblación de perros y gatos en abandono  cada vez aumenta más y se convierte en un problema social (y de riesgo).
Esto es un problema en todas las ciudades. Hay falta de espacio y medios para mantenerlos. Ellos sólo necesitan una familia que les ofrezca un hogar y la posibilidad de vivir.
Tampoco sirve “la buena obra” de encontrar un cachorrito y llevárselo a la vecina del barrio, que adora los animales. Eso no es ser “bueno”, es ser cómodo y no hacerse cargo del encuentro.
 La responsabilidad de cada dueño de perro o gato en cuanto a la esterilización, puede significar una importante  disminución en los índices de crecimiento de animales en situación de calle. Tener una perrita sin castrar implica  la responsabilidad de cuidar y mantener a las crías hasta que éstas encuentren un hogar que pueda brindarles alimentación, seguridad y cariño. Mientras eso sucede puede pasar mucho tiempo: semanas, meses o tal vez nunca. Lo que representa gastos de vacunación, alimentación y cuidado. Y al final, si no lo puede ubicárselo termina siendo un perro callejero.
Al mismo tiempo, increíblemente,  muchas  familias que desean tener un perro para compartir sus vidas van a comprarlo. Gastan  a veces muchísimo dinero en lugar de adoptar uno. 








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