CAMPAMENTOS:
MEMORIAS DE LA COCINA Y
LAS COCINERAS.
Estos
últimos hablarían de pequeños errores, travesuras o momentos de
gran emoción, que cada cual se guarda para sí mismo, como un tesoro sin revelar.
De
todas maneras, secretos es una forma de decir. En el campamento se sabe todo,
se oye todo y lo que no se cuenta, se descubre ahí mismo.
Para
los que no conocen el sistema, en general,
se forman pequeños grupos de niños (o niñas) más o menos seis al
mando de uno de ellos.
Esos grupos están emparejados por la edad de sus
integrantes. Están al cuidado y
formación de un dirigente (o más)
El
Campamento es el momento y el lugar donde se pone en práctica todo lo aprendido
durante el año.
El
movimiento scout y el movimiento Guías deben observar y respetar una Ley, para lo cual realizan una Promesa. Se
trabaja con los niños y jóvenes en
pequeños grupos de pertenencia, se los
estimula con programas progresivos de
aprendizaje con la consigna de “aprender
haciendo.”
Por eso,
se los ve el día de llegada como pequeños trabajadores armando su carpa,
realizando una zanja alrededor para que escurra el agua (por si llueve) y
preparando su lugar para cocinar: fogón, cacharros y herramientas.
Cuántos
padres llorarían de emoción al verlos a la mañana sacudir su bolsa de dormir,
ponerla al sol, ordenar su ropa, todo guardadito en el bolso, peinados, caritas
lavadas y sin sueño (¿sin?) bien tempranito para empezar la jornada.
Es
que de esto se trata. Que sean autosuficientes. Y por supuesto, de acuerdo a su
edad, lo que se espera de ellos.
Ahora
bien, existe una COCINA GRANDE, que es el corazón del campamento.
Se
prepara con mucho tiempo, se organizan
los desayunos, almuerzos, meriendas y
cenas. Se realiza un menú equilibrado. Se calculan las cantidades a comprar y llevar de alimentos no
perecederos y se eligen (o se ofrecen) los padres cocineros. Estos tienen a
cargo las finanzas alimentarias, el
repartir antes de cada preparación
a cada “cocinerito” o responsable
del día los alimentos que va a utilizar
para su pequeño grupo.
Las
COCINERAS MAMAS, explican a los más chicos cómo se hace tal o cual menú. (el
secreto para que no se le deshaga el zapallo antes de que la papa esté cocida),
el tiempo de los fideos, o el terrible truco de la polenta que puede salir como
caldo o piedra. Cómo darle rico sabor, o
el cuidado que deben tener con la
limpieza de la comida, y…. el uso de la
sal!
Asimismo,
las madres (y padres) solo cocinan para los lobatos (de 6 a 10 años)
Muchas mamás pasaron por estos momentos (y también papás) que seguramente disfrutaron
de unos días de intenso trabajo, de mucha responsabilidad, de pocas horas de
sueño y algunos contratiempos pasajeros. A todos ellos, mi admiración por su
vocación de servicio, por su entrega,
por su esfuerzo.
UNA
NIÑA GRANDE
Tengo
en mente a una persona emblemática, adorable y con un gran espíritu que dio
todo su amor y su conocimiento en los campamentos que estuvo, y que fue quien
inspiró esta nota.
Alicia
Zazarini de Olaciregui, un ser adorable,
al que jamás le conocí un enojo.
Para
ella, la naturaleza era prioridad, el amor lo más sagrado y el servicio al
prójimo su conducta.
Se
“prendía” en cuanta fiesta le ofrecieran. Se disfrazaba, cantaba y tocaba la
guitarra si le pasaban alguna. Aunque no lo pudiéramos creer, con sus manitos
rellenas y cansadas de trabajar, era
casi concertista de guitarra. Se disfrazaba, inventaba canciones y contaba
chistes, colmos, adivinanzas. Todos muy sanos, con una picardía medida y con
una inocencia increíble.
Nunca
la escuché decir una mala palabra.
Ingeniosa,
siempre inventaba algo que hiciera falta. Dulce, sabía prestar el
hombro a las penas y consolaba con su
sabiduría de mamá grande.
Llevábamos botiquines
completísimos, pero al momento de usarlos, ella siempre tenía una receta
natural y sencilla.
CAMPAMENTO
DE SAN LUIS
Allí
llegamos un día antes que el contingente, en tren, con las bolsas de papas, arroz, harina,
fideos, latas de tomate, zanahorias, cebolla y cacharros, muchos cacharros. La
cocina, garrafas… las carpas.
Nos
acompañaron Nati, Vero, Mariano.
Al
pie del cerro, en un olivar maravilloso, con una luna preciosa primero y una
tormenta después, se escuchaba un bramido lejano.
Se
le había puesto en la cabeza que era un puma. Toda la noche con los ojos
abiertos, con un cansancio terrible y el bendito animal que no se callaba. Los
chicos, agotados se durmieron y nosotras,
con los pelos de punta.
Al
otro día, un baquiano nos dijo que era un simple toro en celo…
Un
día que nos quedamos solas en el campamento, nos dejaron el encargue de colgar
cartelitos por todos lados. Alicia se
subió a un árbol y después no podía bajar. Ni yo podía bajarla. Tanto nos
reímos primero como lloramos después. Al fin, raspaduras mediante, alcohol y “memento”,
carteles colgados, tareas cumplidas… y la cena lista para la llegada de los
lobatitos.
LOS
BURRITOS
Alicia
dormía con los pies hacia la puerta (de
lona) de la carpa. Yo prefería respirar hacia afuera, y cuando ella se dormía,
abría el cierre de la lona…
Nos
despertamos de golpe con un burrito
(grandote) soplando sus pies y otros tres
comiéndose las verduras, las frutas
y el pan. Que desastre. A las cuatro
de la mañana corriendo a la pequeña manada traviesa y acomodando la
cocina…
Alicia,
que durante mucho tiempo acompañó a los scouts en sus campamentos de verano, a
la comisión de padres con su buen humor y su experiencia, un día tomó su
promesa scout. En Pehuén Co, emocionada hasta las lágrimas y feliz, como uno de los tantos integrantes del grupo recibió los distintivos que había honrado con su vida de
trabajo desinteresado.
Hoy
no está con nosotros, se fue hace muy poco
con el buen Dios, que sabrá premiarla dando alivio a sus nanas, y un lugar privilegiado
para las almas bondadosas, alegres y
serviciales.
Anita
Pfannkuche
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