Los años setenta y la vocación de hacer cosas por el prójimo.
Mientras llegaba la nueva ola de la música con Jhonny Tedesco, Palito Ortega, Joly Land, Nicky Jones, Violeta Rivas, Chico Novarro, Lalo Fransen como la moda del momento, en Cañuelas los Náufragos comenzaban sus ensayos en la casa que estaba al lado de la estación de servicio de la calle Del Carmen, con puerta amarilla y una ventana chiquita con persiana de madera, donde los seguidores se apoyaban para oír los ensayos.
Estamos hablando del fin de la década del 60 y los inicios de los 70. La juventud, bastante presionada por la política de ese momento, trataba de hacer sus primeros pasos organizándose en distintas actividades a fin de trascender en su ciudad, ya sea artísticamente, a nivel político o en organizaciones de ayuda al semejante. Así, distintos grupos encaminaban sus ideales, su altruismo, sus sueños junto con el despertar del resto del mundo, donde explotaba la fuerza de una nueva filosofía, la de hacer cosas diferentes, ser rebelde, ser creativo.
Se formó Interact y una actividad que luego se hizo clásica fue el recorrer todo Cañuelas para juntar juguetes que se repartían en el día del niño.
Almendra, Manal y Los Gatos.: Vox Dei, Arco Iris, Pedro y Pablo, La barra de Chocolate, Pappo’s Blues, Charly García y Nito Mestre, acompañaban la fuerza de los pibes de esa época a través de las canciones de protesta, la revolución desde la música.
Los más chiquitos, los que crecían en ese empuje también estrenaban novedades. Comenzaban en la tele los primeros programas infantiles. La novedad: definitivamente se terminaba el cancionero de las abuelas. Y Mambrú se fue a la guerra, tengo una muñeca vestida de azul, el arroz con leche y la paloma blanca pasaban al olvido.
Los niños se estacionaban frente al televisor y aprendían de la mano de los payasos Gaby Fofó y Miliki: La Gallina Turuleca , Había una vez un Circo,
Hola Don Pepito y Susanita con su ratón.
Hola Don Pepito y Susanita con su ratón.
Dos amigos se juntaron, Esteban y Tito. Crearon un grupo que hacía divertir a los chiquitos y a los grandes. Convocados por el cura párroco para una fiesta en la puerta de la parroquia, seguramente para el día del niño, revolvieron sacos viejos, pegaron parches, ensayaron divirtiéndose ellos mismos como chicos y estrenaron: Chuleta y Chupame la Camiseta.
Cantaban las canciones preferidas de los pequeños, la de Julieta Magaña, la favorita, “La batalla del movimiento”; de Pipo Pescador: El auto de papá
Estos hombres, jóvenes entonces, recorrieron muchos rincones de nuestro partido llevando un grabador, dos parlantes, una bolsa con pinturas y disfraces y lo principal, la gran alegría de hacer felices a los chiquitos.
No había micrófonos al principio. Los gags, el show, todo era a viva voz. Las actuaciones, siempre gratuitas frecuentaban a Uribelarrea, Santa Rosa, Udaondo, Mercedes Benz, Tristán Suárez, Club Juventud… entre las más recordadas.
Con el tiempo mejoraron sus trajes, y apareció la primera ayudante: la Negra Dominga. Este personaje del tamaño de una persona, muy bien maquillada, con peluca y vestida de colores brillantes, tenía sus piernas rellenas de lana, las que se ataban a los cordones de las zapatillas de Esteban. Entonces la dupla bailaba hasta quedar exhaustos. ¿La música? Las canciones de los Parchís, Comando G, Rafaela Carrá.
Se incorporó Betty Barcia en la época que realizaron una actuación en el Circo Veracruz. Raulito y los hermanos Cicardi, que bailaban folklore.
Se hizo un show con la conducción de Zuly Moreno en el Club San Martín. El Negro hacía magia, Daniel Girotti completó el grupo.
Entre las mil y una historias que quedaron entre tantas risas y sonrisas agradecidas, recordamos la de un casamiento en el campo que terminó a los tiros y hubo que guardar todo muy rápidamente y a través del pasto y de noche, correr con bolsos, maquillaje, jaulitas, canarios, conejos y los hijos de los artistas para ponerse a salvo del tiroteo.
El mago, en una fiesta de casamiento pidió el anillo de la nueva pareja. Lo hizo desaparecer y (parte del show) lo cortó con una tenaza. El susto de la novia y su desesperación al creer que era verdad, casi termina con el artista.
Otra historia es la del oso luchador Bongo, en el Circo Veracruz, donde a Esteban lo metieron en la jaula y el domador, le “soltó la soga al oso”. Una memorable actuación en Buenos Aires en el barrio de Flores y siempre, siempre, en el corazón de todos, los besos de agradecimiento de los más chiquitos en las caras fatigadas de los payasos Chuleta y Chupame la camiseta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario