Cuando los alumnos varones (Roberto Etchebehere, Julio Biato, Chiquito Della Corte, Enrique Bellagamba, Daniel Darburo, Jorge Castañeda, los “forzudos” del curso) alcanzaban las máquinas de escribir para comenzar las clases de mecanografía dictadas por la Sra. Vilma Campagnoli o el Sr. Aníbal Garavaglia, comenzaba la disputa por la que mejor funcionaban.
Era la vieja escuela Estrada, aquella de salones de techo alto, piso de madera y galería de tejas francesas.
Las máquinas de escribir no eran muchas, así que algunas eran codiciadas sobre todo por quienes debían rendir la prueba de velocidad.
Con paciencia, la Sra. Vilma nos enseñaba a sentarnos derechos, con los codos pegados al cuerpo y las muñecas levantadas para que al caer los dedos sobre el teclado no hiciéramos tanta fuerza (eran durísimas las teclas), y explicaba que el teclado llamado QWERTY lo dispusieron tratando de que no coincidieran las letras más usadas (en idioma inglés que fue el originario) y no produjeran atascos porque las guías que llevaban las letras en su punta se encimaban al coincidir en el mismo lugar.
También había profesores y academias particulares en Cañuelas que enseñaban mecanografía, además de contabilidad o recuperación de materias.
La Sra, Martínez en la calle Mozotegui. La Academia Nusdel de Lita Fiala, que lidiaba con una gran cantidad de alumnos que trataban de entender la diferencia entre carro, rodillo, palanca de cambio de renglón, fijadores de papel… Estaba en Lara y Vélez Sarsfield y su papá tenía el comercio dedicado a reparación de herramientas agrícolas. Entre otras cosas, arreglaba los rayos de madera de las ruedas de los carros.
En la academia de la Sra. Nélida Hidalgo y señorita Olga Sarrailh, en la calle Rivadavia entre Del Carmen y 25 de Mayo, también contaban con una máquina para enseñanza.
Una de las personas que componía las máquinas de casi todo el pueblo era el Sr. Rivero y estaba instalado donde hoy es el Saloon Old West.
Imaginemos donde se comenzó a usar en Cañuelas…
Seguramente en el Juzgado, en la Municipalidad, en las escribanías, en los bancos, en antigua D.G.I.
En las oficinas de contaduría de Don Samarati, Cesteros, Ponce de León, Alday (Allí estaba la querida Chola Frecino), En la Sociedad Rural, en Rentas, con la señorita Regina Bigiotti y la Sra. De Torres.
Alguna de las ventajas de usar las máquinas de escribir era la de obtener copias (hasta cinco carbónicos resistían las que tenían los tipos nuevos) más legibles los escritos, menor dolor de espalda de los escribientes.
La mayoría de las máquinas eran Remington, y fueron producidas industrialmente a partir de 1874, favoreciendo el ingreso de la mujer al trabajo de oficina
En la Escuela Estrada, las máquinas eran de marca Underwood, Remington y Olivetti. Había alrededor de 15 pero no todas estaban en buen estado. Las clases en los cursos de cuarto y quinto año no podían superponerse, por supuesto.
Según cuentan, el conde León Tolstoi fue el primer escritor que utilizó esta nueva invención en el año 1885
Resistentes, sólidas, cada máquina tenía una particularidad en su escribir, algunas agujereaban las hojas en la letra “o”, “a” o el acento. (Ese que nunca se acertaba si iba antes o después de la letra) y así hasta la máquina de escribir eléctrica con memoria artificial, de la década del ochenta.
El progreso trae cambios. ¿Veremos en un futuro a la gente escribir a mano? Si hasta un borrador tipiamos ahora con la computadora, y los más chicos, en edad de jardín escriben su nombre en la compu de los padres.
¿Quién se animaría a escribir si tuviera que cambiar primero la cinta?
¡Qué pensarán de nosotros los niños cuando les contemos que había un timbre que nos avisaba que faltaban cinco letras para llegar al margen derecho! Y sin embargo, si seguíamos de largo se apilaban las letras en un solo lugar. Y si no se podía borrar, había que rehacer el trabajo.
Era la vieja escuela Estrada, aquella de salones de techo alto, piso de madera y galería de tejas francesas.
Las máquinas de escribir no eran muchas, así que algunas eran codiciadas sobre todo por quienes debían rendir la prueba de velocidad.
Con paciencia, la Sra. Vilma nos enseñaba a sentarnos derechos, con los codos pegados al cuerpo y las muñecas levantadas para que al caer los dedos sobre el teclado no hiciéramos tanta fuerza (eran durísimas las teclas), y explicaba que el teclado llamado QWERTY lo dispusieron tratando de que no coincidieran las letras más usadas (en idioma inglés que fue el originario) y no produjeran atascos porque las guías que llevaban las letras en su punta se encimaban al coincidir en el mismo lugar.
También había profesores y academias particulares en Cañuelas que enseñaban mecanografía, además de contabilidad o recuperación de materias.
La Sra, Martínez en la calle Mozotegui. La Academia Nusdel de Lita Fiala, que lidiaba con una gran cantidad de alumnos que trataban de entender la diferencia entre carro, rodillo, palanca de cambio de renglón, fijadores de papel… Estaba en Lara y Vélez Sarsfield y su papá tenía el comercio dedicado a reparación de herramientas agrícolas. Entre otras cosas, arreglaba los rayos de madera de las ruedas de los carros.
En la academia de la Sra. Nélida Hidalgo y señorita Olga Sarrailh, en la calle Rivadavia entre Del Carmen y 25 de Mayo, también contaban con una máquina para enseñanza.
Una de las personas que componía las máquinas de casi todo el pueblo era el Sr. Rivero y estaba instalado donde hoy es el Saloon Old West.
Imaginemos donde se comenzó a usar en Cañuelas…
Seguramente en el Juzgado, en la Municipalidad, en las escribanías, en los bancos, en antigua D.G.I.
En las oficinas de contaduría de Don Samarati, Cesteros, Ponce de León, Alday (Allí estaba la querida Chola Frecino), En la Sociedad Rural, en Rentas, con la señorita Regina Bigiotti y la Sra. De Torres.
Alguna de las ventajas de usar las máquinas de escribir era la de obtener copias (hasta cinco carbónicos resistían las que tenían los tipos nuevos) más legibles los escritos, menor dolor de espalda de los escribientes.
La mayoría de las máquinas eran Remington, y fueron producidas industrialmente a partir de 1874, favoreciendo el ingreso de la mujer al trabajo de oficina
En la Escuela Estrada, las máquinas eran de marca Underwood, Remington y Olivetti. Había alrededor de 15 pero no todas estaban en buen estado. Las clases en los cursos de cuarto y quinto año no podían superponerse, por supuesto.
Según cuentan, el conde León Tolstoi fue el primer escritor que utilizó esta nueva invención en el año 1885
Resistentes, sólidas, cada máquina tenía una particularidad en su escribir, algunas agujereaban las hojas en la letra “o”, “a” o el acento. (Ese que nunca se acertaba si iba antes o después de la letra) y así hasta la máquina de escribir eléctrica con memoria artificial, de la década del ochenta.
El progreso trae cambios. ¿Veremos en un futuro a la gente escribir a mano? Si hasta un borrador tipiamos ahora con la computadora, y los más chicos, en edad de jardín escriben su nombre en la compu de los padres.
¿Quién se animaría a escribir si tuviera que cambiar primero la cinta?
¡Qué pensarán de nosotros los niños cuando les contemos que había un timbre que nos avisaba que faltaban cinco letras para llegar al margen derecho! Y sin embargo, si seguíamos de largo se apilaban las letras en un solo lugar. Y si no se podía borrar, había que rehacer el trabajo.
María Emilia Floriani
Anita Pfannkuche
Anita Pfannkuche
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