Gran parte de nuestra infancia y adolescencia la vivimos entre la casa y la escuela. En nuestro recuerdo quedaron las aulas luminosas, las filas de bancos, las láminas colgadas en las varillas a fuerza de chinches y el gran pizarrón, negro antes, vede después, donde la tiza dibujaba el saber del docente para que lo asimiláramos desde los ojos al cuaderno y de allí a los deberes. Letras números, fórmulas, gráficos, acompañaban a la palabra. La complicidad entre el esfuerzo del maestro (los libros siempre fueron caros) y las ganas de aprender de los niños. Lejos, muy lejos estaban las fotocopias y los libros fichas.
Apenas ayudaban al lápiz negro algunas figuritas, el papel de calcar, el esténcil y los lápices de colores.
Las gomas de borrar, de dos colores, para tinta y para lápiz: nuevas eran largas y con punta recortada al bies. Después quedaban redonditas y chiquitas, y finalmente se convertían en proyectiles con unas alitas de papel duro que volaban por el salón. (pioneras de la guerra de tizas)
La goma de pegar estaba en un frasco panzón con olor alcanforado y era una baba similar a la savia que sale de los trocos de los árboles. De color blancuzco tirando al amarillo, venía con un corcho que terminaba en un pincel sumergido y pegajoso.
LOS BANCOS, LOS TINTEROS, LOS MONITORES
Se nombraba monitor a un alumno, que era el encargado de llevar los tinteros de vidrio encastrados en una bandeja de madera, con un ayudante que transportaba el tintero.
En cada pupitre se colocaba el correspondiente tintero, se lo llenaba de tinta marca Pelikan, color azul y era compartido por dos niños.
Los bancos los lijábamos una vez por mes y los encerábamos con un trapito cargado que se traía de la casa. Después se lustraba y se cuidaba con mucho esmero.
Las lapiceras eran “de mojar” con una pluma fina para el trazo común, cucharita con la punta sesgada para la caligrafía redondilla o gótica y el cucharón para trazos gruesos.
Al tiempo llegó la estilográfica con tanque de goma para llenarlo de tinta (ya se cargaba la tinta en la casa y desaparecieron los tinteros)
Finalmente se crearon los cartuchos (había de todas las marcas y tamaños) y como un milagro para evitar las manchas en los guardapolvos: la nunca tan bien ponderada Bic o birome
Los papeles secantes cumplieron una importantísima función en el cuidado de los cuadernos. A veces, de urgencia se utilizaban las tizas.
DIRECTIVOS y DOCENTES: LA SEGUNDA FAMILIA.
El gran respeto que le teníamos a nuestros maestros, hacía impensable refutar cualquier decisión o recomendación de los mismos. También los padres (claro, educados de la misma manera) atendían a los maestros con muchísimo respeto.
En el balance de una acción que merecía un castigo, siempre el alumno tenía la culpa. Ahora, ya con unos cuantos años de experiencia, la vida me ha enseñado que tal vez no siempre fue positivo aceptar que toda autoridad, sólo por ser autoridad, tenía razón. Pero también reconozcamos que ahora el respeto al docente, en algunos casos casi no existe. No se lo enseña desde la propia familia.
Sin embargo, el recuerdo a nuestros maestros sigue allí: impecable a pesar de las penitencias. Amoroso, sincero, como si hubieran pertenecido a nuestra familia. Enormes como educadores, sabios y formadores. Ellos conocían cada una de nuestras debilidades, miedos y angustias. Y estaban ahí para ayudarnos a crecer y alentar nuestras pequeñas vocaciones.
Nuestro recuerdo a algunos directores que marcaron la infancia: La Sra. Rosa Galicia de Raffo, el Ingeniero Sendra, El Sr. Héctor Durante, La Sra. Nelia Mazzoleni, Ñata Rasquetti, Amalia Moyano, Carmen de Rutter, Cristina Pantarotto, Marta Sánchez, Aurora Tomeo, Noemi Caeiro, Lilia Manzoni de Alem, Sra. De Manzanares, María Lidia Torti, María Elena Opizzi, Margarita Mosquera, Cristina Nesprias, Susana Bozza, Adela Mc Gill, Azucena Sebani de Ponce, Silvia Marcos, entre otros.
LOS PORTEROS, A QUIENES SE LES TENÍA EL MISMO AFECTO QUE A LOS TIOS O ABUELOS.
Los porteros eran nuestros “compinches”. A ellos se recurría por una rodilla raspada, un dolor de cabeza, y las benditas narices sangrantes. En esa situación nos sentaban en la portería con el brazo hacia arriba y un tapón gigante en la nariz. Cada tanto, nos acariciaban la cabeza con un cariñoso: ¿estas mejor?
También venía incluido un tecito (¡en la taza de la seño!), una galletita o un caramelo. Nos hacíamos casi invisibles y disfrutábamos de las conversaciones de los grandes. Sus secretos y sanos chusmeríos.
Un recuerdo de la portera de la Escuela N º 1, la Sra. Raquel Taberna, con su patio lleno de plantas y flores increíbles, que sacaba agua de un molino y tenían su vivienda en la parte de atrás de la escuela, donde funcionó años después Secretaría de Inspección.
Después el Sr. Zapata que usaba en sus comienzos guardapolvo blanco, plisado, con botón delantero y luego gris. Como la campana quedaba en el patio descubierto cuando llovía se calzaba galochas y abría un paraguas tan grande como una sombrilla para marcar los recreos. Después el Sr. Beherens.
En la Escuela Industrial , el Sr. Antonio Farías y el Sr. Aurelio Fardini, y como parquero el Sr. Moyano.
En la Escuela Estrada , la Sra. Elba Chávez, el Sr. Martínez y el Sr. López, La Sra. de Inguanzo. La Sra. García , Esmeralda García en villa Vissir, Ofelia Herrera (Nata) Escuela 14.
EL HOMENAJE
Vamos a recordar a una querida portera, y en su nombre a todos los que ejercieron esa linda profesión. Los que están en esta nota y los que no, pero que llevamos cada uno en su corazón.
Margarita Croni de Beherens fue portera de tres escuelas de Cañuelas. Comenzó en la N º 1 Nocturna, donde ya los chicos eran más grandes. Su anécdota más simpática que siempre recuerda, era cuando tenía que limpiar las cabezas de los niños que se llenaban de piojos. En aquellos años la palabra piojo era tomada como signo de pobreza y mal higiene. Hoy sabemos que es una infestación común a todas las clases sociales (suponiendo que haya clases sociales, claro) De vez en cuando, sustraía y aliviaba las cabecitas con mucha paciencia, un poco de vinagre y palo amargo.
Trabajó en el Jardín La Sagrada Familia donde pasó muy lindos años rodada de los más chiquitos, consolándolos, mimándolos y haciendo de mamá y abuela cuando se quedaban llorando los primeros días de clase.
Siempre fue tratada con mucho cariño por todas las maestras (algunas que ya no están) como su primera directora.
Su carrera hasta jubilarse la realizó en el Departamento de Aplicación con la Srta. Aída Zúñiga como Directora y el Sr. Héctor Durante, a quienes les tenía mucho cariño.
Una excelente persona, que a sus años conserva una maravillosa memoria, y que se sintió feliz y alagada por esta nota. ¡Gracias a vos, Margarita, por todos tus años de dedicación y amor!
Anita Pfannkuche
María Emilia Floriani
Colaboraron en este artículo:
Sra.Rosita Yusti.(con su memoria)
Srta. Graciela Raffo: fotografías
Fue una gratísima sorpresa hallar tantos recuerdos de mi infancia y adolescencia cañuelenses. Más aún, cuando me encuentro en una de las fotografías grupales de 6to. grado de la Escuela Nº1. Cuánta emoción!, agigantada por el hecho de que viví allí hace casi 50 años!!
ResponderEliminarMe llamo María Silvia Jaurigoity, nacíy viví en Cañuelas hasta los 17 años. Mis padres y hermanos, también. Mi madre, Raquel Lidia Rizzi, que murió hace 2 años, a los 101 años, se jubiló como directora de la Escuela Nº 11. En mi casa, mis hijos han crecido escuchando mis anécdotas y sobre todo las de la abuela, como maestra en escuela rurales (Nº 10 y 13), alejadísimas, a las cuales llegaba cruzando campos y abriendo muchísimas tranqueras. Gran narradora, siempre amenizaba las sobremesas, contando hechos sucedidos en su larga vida personal y la de su pueblo, al que tanto amaba. Por eso, los comentarios de su blog nos sirven para el evocar nostalgioso, para comentarios entre hermanos, para recordar aún más detalles, y por qué no, para corregir algunos datos.
Por eso, estamos muy agradecidos y nos mantenemos siempre alertas a nuevas publicaciones.